24 abr 2018

@elysabete


En este día, he elegido la foto de uno de los animales más importantes de este planeta: el/la fotógrafo/a... es broma, la abeja. Imagen extraída de la galería de Lisa (@elysabete). Y no, no voy a escribir sobre sus funciones polinizadoras, ni lo que hacen dentro de la colmena. Ni de cómo las estamos erradicando por contaminación o con pesticidas (y con ellas a nosotros); solo, me interesa esbozar sobre su importancia como eslabón de una cadena natural (sin comillas) que desemboca en algo que denominamos: vida.

Nuestro mayor defecto existencial, es creernos el centro del Universo. Solo somos “obreros” y “obreras” del principal macroorganismo, al cual llamamos: Tierra. Imagine un mundo sin el daño humano; sería... igual de desastroso (volcanes, inundaciones, sequías, etc.); pero, a una escala distinta. En cierto modo, los incendios son necesarios para renovar los nutrientes del suelo, eliminar la maleza y mejorar los bosques; por igual, cada “desastre” natural… nuestro planeta siempre encuentra el equilibrio más adecuado para perdurar. Climas diferentes, dan resultados diferentes; pero, al final, el vuelo de una mariposa en Japón, puede terminar en un gran tornado, al otro lado del mundo… por la simple reacción natural (causa-efecto) de que vivimos en un mismo lugar (planeta).

Resulta grato, encontrar en las grietas de los edificios de las grandes ciudades: pequeños micromundos; es decir, incluso ante la devastación humana, la naturaleza encuentra sus propios “escapes” de plantas, nidos, animales, etc. Son, la verdadera semilla de la vida. Un jardín, un parque; incluso, una pequeña hortaliza (de un solo tarro) atrae la vida a su alrededor. ¿Y si la función humana no fuera la de destruir este planeta; sino, de salvarlo? ¿Si, al menos, mil millones de personas dedicaran su vida a reparar este mundo? ¿Por dónde deberíamos comenzar?

Bueno, la respuesta más simple es: por nosotros mismos. La abeja “obrera”, forma parte de una unidad más compleja (colmena) de unos 50 mil o más “bichitos” que son capaces de alterar toda la naturaleza circundante por kilómetros; pero, su importancia no radica en el “conjunto”, sino, en el trabajo individual en aras de un bien superior (común). Si copiáramos un poco de ellas (abejas), podríamos hacer de este lugar (planeta) algo más duradero de lo que ya tenemos. Tenemos solo una vida… y un solo planeta: cuídelo por completo, desde cada rincón y desde el abismo más profundo (mar), hasta el plasma intergaláctico (la cosita negra del cielo… entre las estrellas; aunque, es solo ausencia de luz. Pero, aún estamos armando el viaje para ver quién tiene la razón). Porque, al final, TODO el planeta es una misma vida; y es, lo único que tenemos.

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