Hoy conmemoramos el día de San Andrés. Este día marcó en mi vida una tradición, la cual se mantuvo en mi barrio por más de una década. Solo necesitábamos dos cosas: huevos de gallina y un buen brazo para tirarlos. Un día como hoy, hasta se faltaba al colegio por estar en “coro”. Incluso, en la universidad tuve que esquivar uno al estilo "Neo" en The Matrix, lanzado desde un carro. En este día, para salir a la calle, era con cuatro ojos y dos de repuesto.
Antes que nada hay que diferenciar un huevito “bueno” de gallina ponedora (granja), de un jodido huevo fermentado de gallina criolla. Las náuseas que eso produce... (tumba a un elefante); y no se quita ni con detergente… (cosa que hiede), se los digo por experiencia.
Cerca de mi casa hay un colmado, y recuerdo que en aquella época el dueño era un banilejo muy amigo de nosotros, y siempre nos guardaba para esta fecha hasta un cartón de huevos bien dañados, o en mal estado, con la única regla de que “el relajito” se hiciera bien lejos de su colmado. Para entonces, los huevos de gallina costaban veinticinco centavos (RD$00.25), es decir, menos de un centavo de dólar norteamericano, en la actualidad. Recuerdo que salíamos en grupos de 4 o 5, a dar una vuelta por el barrio. (Diablo, uno si corría en un día como hoy). Con el paso del tiempo, nos trasladábamos hacia otros sectores vecinos, en donde vivían "amigos" de los amigos... con el mismo ánimo San Andresiano.
Un San Andrés que recuerdo, estábamos en la acera frente a mi casa, sentados unos cinco o seis amigos, y pasó un carro como con 4 muchachos, y nos echaron “esa” mirada; cosas de la vida, ni caso les hicimos... Por mi madre que uno de esos degraciaos era hijo de un pollero. Yo en mi vida había visto una lluvia de huevos así, parecía que estaba nevando. Mínimo le calculo un cartón de huevos en unos segundos. Y eso, que para la época ya estaban caros, (estaba c/u como a 75 centavos). Recuerdo que Sergio o Carlos dijo: Tan tirando!... ya era tarde. Me dio uno en la espalda; Mario quedó con un jean negro embarrado como con 3; y a los otros no me recuerdo. La pestilencia del día siguiente sí la recuerdo, junto con la pared de mi casa que siendo de un color mate, brillaba por la clara.
Con el paso del tiempo, recuerdo un huevo que me “rebotó” en la cabeza una vez, y no explotó, estaba yo en bicicleta; recuerdo a un muchachito pendejísimo que le entramos a huevazos limpios por fresco, atrás del Colegio Quisqueya. Me recuerdo que él estaba tirando coquitos (fruto de palma), y así empezó el relajo de la “guerra de coquitos”. El carajito quedó listo para “empanizar”. Si algún día llega a leer estas palabras, yo solo te pegue un par, que conste, y sin remordimientos.
Debo decir, que en aquellos tiempos, a pesar de los huevos podridos, los “peos químicos”, los coquitos, el gofio, y par de pedradas (producto de un pique), nunca se hacía nada con mala intención. Se vivía el momento. Esta tradición duró hasta mi primer semestre de la universidad. Donde los amigos de infancia vivimos la realidad de la vida, cada uno por su propio camino. Eso sí, cada vez que nos juntamos o nos encontramos, y hacemos un recuento de lo vivido, gozamos como locos.
Cerca de mi casa hay un colmado, y recuerdo que en aquella época el dueño era un banilejo muy amigo de nosotros, y siempre nos guardaba para esta fecha hasta un cartón de huevos bien dañados, o en mal estado, con la única regla de que “el relajito” se hiciera bien lejos de su colmado. Para entonces, los huevos de gallina costaban veinticinco centavos (RD$00.25), es decir, menos de un centavo de dólar norteamericano, en la actualidad. Recuerdo que salíamos en grupos de 4 o 5, a dar una vuelta por el barrio. (Diablo, uno si corría en un día como hoy). Con el paso del tiempo, nos trasladábamos hacia otros sectores vecinos, en donde vivían "amigos" de los amigos... con el mismo ánimo San Andresiano.
Un San Andrés que recuerdo, estábamos en la acera frente a mi casa, sentados unos cinco o seis amigos, y pasó un carro como con 4 muchachos, y nos echaron “esa” mirada; cosas de la vida, ni caso les hicimos... Por mi madre que uno de esos degraciaos era hijo de un pollero. Yo en mi vida había visto una lluvia de huevos así, parecía que estaba nevando. Mínimo le calculo un cartón de huevos en unos segundos. Y eso, que para la época ya estaban caros, (estaba c/u como a 75 centavos). Recuerdo que Sergio o Carlos dijo: Tan tirando!... ya era tarde. Me dio uno en la espalda; Mario quedó con un jean negro embarrado como con 3; y a los otros no me recuerdo. La pestilencia del día siguiente sí la recuerdo, junto con la pared de mi casa que siendo de un color mate, brillaba por la clara.
Con el paso del tiempo, recuerdo un huevo que me “rebotó” en la cabeza una vez, y no explotó, estaba yo en bicicleta; recuerdo a un muchachito pendejísimo que le entramos a huevazos limpios por fresco, atrás del Colegio Quisqueya. Me recuerdo que él estaba tirando coquitos (fruto de palma), y así empezó el relajo de la “guerra de coquitos”. El carajito quedó listo para “empanizar”. Si algún día llega a leer estas palabras, yo solo te pegue un par, que conste, y sin remordimientos.
Debo decir, que en aquellos tiempos, a pesar de los huevos podridos, los “peos químicos”, los coquitos, el gofio, y par de pedradas (producto de un pique), nunca se hacía nada con mala intención. Se vivía el momento. Esta tradición duró hasta mi primer semestre de la universidad. Donde los amigos de infancia vivimos la realidad de la vida, cada uno por su propio camino. Eso sí, cada vez que nos juntamos o nos encontramos, y hacemos un recuento de lo vivido, gozamos como locos.
Ya esa costumbre ha decaído, salvo uno que otro manganzón, que lo tira desde un carro (y le faltan lo que tiran). Con los avances tecnológicos y la globalización, muchísimas costumbres se han ido perdiendo. Sin embargo, yo estuve ahí, y lo viví. Eso es algo que no se puede expresar con palabras; al final del día, solo querías esperar el próximo San Andrés... para desquitarte.
Si algún 30 de noviembre le sobra un huevo de gallina, y ha leído este post… CÓMASELO, no lo tire. Tire coquitos: duelen más, no hieden, ni ensucian.
Si algún 30 de noviembre le sobra un huevo de gallina, y ha leído este post… CÓMASELO, no lo tire. Tire coquitos: duelen más, no hieden, ni ensucian.
Buen provecho!