Al estudiar
civilizaciones antiguas, uno llega a comprender la dimensión de la ideología o
la visión a futuro de sus constructores, sencillamente, con estudiar el arte,
la arquitectura y la economía aplicada a una determinada obra. Tenemos el
ejemplo de los caminos y acueductos romanos, que aún funcionan en nuestros días,
a miles de años de su construcción. De igual modo, tenemos el “esqueleto” de
las pirámides de Giza (Gizeh), las cuales fueron despojadas de su manto de piedra
caliza blanca, y aún así son imponentes. Tenemos a Machu Picchu, con sus paredes
de piedra de cortes y uniones milimétricas; y, a los moais de la Isla de Pascua,
conmemorativos de los jefes de las tribus. Todas estas civilizaciones llegaron a
su fin, pero su obra perduró gracias al empleo de un material común y
abundante: la piedra.
Por otro lado,
nuestras civilizaciones actuales fueron encausadas por el camino del oro negro (petróleo). Fuente única de nuestro desarrollo moderno. Causante de guerras y
fortunas, elemento fundamental en el cambio climático de nuestro planeta; y,
padre de nuestro querido asfalto (o lo que sea esa mezcla), el cual es empleado
en la pavimentación de las vías públicas de la República Dominicana. Si se
fija, me he referido a “lo que sea que sea esa mezcla” porque, definitivamente
(sin ser ingeniero), le puedo asegurar que eso no es asfalto (aglomerante).
Como amante de
los autos y la velocidad, deben entender que para mí el tema tiene relevancia, ya que, diariamente, vivo el “desastre” de nuestras calles y avenidas MAL
reparadas; y, además, tengo una suspensión semi rígida, neumáticos deportivos de
bajo perfil… y, en esencia, yo siento el más mínimo desnivel, grieta o desperfecto
de la vía). Y qué mejor ejemplo que la Av. Núñez de Cáceres o la Av. George
Washington. Ambas vías, con reparaciones absolutamente mal hechas (que van desde sumideros hasta protuberancias, desde hace
más de una década), empleando materiales de mala calidad y una aparente pésima
mano de obra y dirección. Resulta increíble que cada vez que llueve más de
media hora la capa “asfáltica” del retorno de la Av. Núñez de Cáceres hacia la
Av. Anacaona se desprenda del suelo y literalmente se desborone, dejando
cráteres (parecido a una película post-apocalíptica). Lo cual sucede por igual
en varios puntos a lo largo de la Avenida George Washington… es algo frustrante
para los que conducimos un automóvil. Bueno, al menos nos aprendemos los
“hoyos” de memoria y los esquivamos inconscientemente… algo así como un
videojuego de primera generación: esquivar obstáculos.
Soy de los que cree
que la ingeniería, es un arte solo limitada a los recursos disponibles. Tenemos
excelentes ingenieros en República Dominicana, ellos no son el problema.
Tenemos, mano de obra calificada desde los peones hasta los capataces, ellos
tampoco son el problema. ¿Tenemos los equipos? ¿Tenemos un material de calidad?
Bueno, creo aquí está el problema: los equipos y los materiales cuestan; y creo,
que aunque los tenemos disponibles, alguien se ha estado ahorrando dinero en
los costos de producción. En esencia, creo que el problema del asfaltado es
solo un problema de economía básica.
Y hay quienes
hablarán de cubicación, peaje, deudas del Estado, etc. Pero, se lo voy a
exponer sencillo: un “hoyito” de 10 pulgadas x 10 pulgadas y una pulgada de
profundidad. Para su reparación: cierran un carril desde 100 metros antes
(deberían ser 10mt) y lo llenan de letreros del ejecutor de la obra, creando un
entaponamiento para que puedan “admirar” que ellos sí están trabajando. Buscan
una retro excavadora o pala mecánica (que es “alquilada”) y la ponen a un lado,
traen un compresor/martillo neumático (que dura 5 horas prendido, para ser
usado solo 10 minutos), estacionan un camión de materiales y un “tanquero” de
asfalto (o lo que sea ese desecho). Lo más relevante es que este trabajo lo
realizan a horas pico (12:00p.m; 4:00p.m.) y NUNCA se les ocurre hacerlo de
noche, sin estorbar el ya entorpecido tráfico cotidiano.
En esencia, el
trabajo (mal realizado) se hace de dos formas: a) amplían el hoyo, dañando la
capa inferior (relleno) y zonas en buen estado, y luego lo recubren con unos 3 metros cuadrados (tipo cuadrícula) de nuevo “material”; lo cual, va creando (con el paso del
tiempo) un desnivel pronunciado (tal y como es el caso de la Av. George
Washington y muchas otras vías); o, mi opción
preferida: b) le “tiran” el material nuevo sobre el “hoyo”, sin limpiarlo y
apisonándolo, al parecer, con los pies. Lo cual se traduce en que a los 2 meses
(o al primer aguacero), nuestro querido “hoyito” vial reaparezca feliz y
sonriente, destruyendo nuestros vehículos y causando accidentes. La pregunta
es: ¿Es que aún a finales del año 2012, los encargados del asfaltado del Distrito
Nacional (desde el Ministerio de Obras Públicas hasta los subcontratistas) aún
no han aprendido a asfaltar, o es que ven esto como un simple negocio?
La solución económica,
sencilla y duradera es: Alrededor de las doce de la noche, resguardado con una
patrulla policial (pal bulto y/o protección) tomar un cubo (o la cantidad requerida) de una mezcla
resistente (la que usted desee, pero de secado rápido y de grado industrial),
una plana de albañil, una mandarria de 10 libras , un cincel y un
martillo. Nada de rodillo de compactación doble o camiones de materiales (con
una camioneta basta). Lo primero, es parar la camioneta (la que tiene la
brigada (de 3 hombres: 2 indicando que se realiza el trabajo y uno que hará el
trabajo: que debe ser un ingeniero capacitado, y el cual será el único responsable) y el material al frente del “hoyito” y el vehículo de la policía detrás,
el único hombre que trabajará tomará la plana (u otra herramienta) y limpiará el material suelto (si
lo hubiere), no hay que romper media vía; escarbará eliminando todas las partes
sueltas con el martillo y el cincel; y, sencillamente rellenará, compactando
con la mandarria (si usa un aglomerante asfáltico, gravilla y arena), hasta que
la altura del relleno y la vía estén milimétricamente parejas. Es más, solo
copien de los ingenieros alemanes (son enfermos con eso).
Pero usted dirá: “¿Y los daños grandes?”: una vía bien hecha tiene décadas de vida útil, sin necesidad de reparaciones mayores. Este post se limita al mantenimiento víal. A veces creo
que el estado de las vías públicas en República Dominicana es un complot. Y es que, no me explico, como es posible que tan pocas personas puedan realizar correctamente esa sencilla labor; y, además, que no haya un cuerpo especializado en mantenimiento de vías públicas que tenga el profesionalismo de darle a sus trabajos un acabado, literalmente, impecable. La verdad es, que transitamos por vías públicas que se asemejan a los caminos romanos; solo, que dos mil años después de su construcción. :(...
P.d. Debería cobrarles mi neumático: pero eso, es algo utópico.
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