Si pensamos en
la época de la “guerra fría” (al margen de la política y sus “juegos”), había
un cierto “control” de las situaciones a presentarse. Tenías espionaje,
contraespionaje y agentes dobles: todo estaba “calculado” dentro del caos. Esto
fue así, hasta que algún que otro “inversionista” hizo de la guerra un negocio.
Ya, no se trataba de ideales o políticas: el dinero se volvió el amo de la
guerra. Y claro está, el armamento se volvió un pilar de la economía en varias
superpotencias. No me malinterprete, aún hoy en día están regadas por ahí
suficientes armas (nucleares, de grado militar, etc) para acabar con gran parte
de la humanidad. Y la cuestión es simple: en algún momento de la cadena
(compra-venta-distribución) algunas cosas se “pierden” entre conflictos. Y es
ese elemento aleatorio y fuera de control, lo que nos lleva al terrorismo. La
Real Academia de la Lengua lo define como: “el dominio en base al terror”.
Paréntesis: Si
algún analista lee estas palabras: soy un civil desarmado, que sabe mucho de
“todo”, pero que no cree en la guerra. Soy de los que cree que si intervienes
en un conflicto debe ser para resolverlo y no para apoyar un “bando”. Creo que
terrorista es quien llega a un país a matar personas por venganza, petróleo,
diamantes, oro, o por el control político de una región. Soy Católico apostólico
romano, y creo que el respeto se gana; y que, el terrorismo es la excusa que
usan los cobardes para obtener un beneficio (venganza, ser famosos, llamar la atención,
obtener recursos extra para la “lucha” antiterrorista, etc.)… cierro el paréntesis.
La libertad es
un derecho, al igual que la autodefensa. Estas dos palabras son las excusas que
nos llevan por el camino que hoy transitamos. Pero, no es cosa de políticas anti-armas,
antiterrorismo, cooperación internacional, etc. Esto se trata de nosotros, las
personas: víctimas y victimarios de nuestro destino. Y es que, las armas no son
“buenas” o “malas”, son solo herramientas. El asunto es que el “arte” de la
guerra, se volvió un mero negocio (sin reglas). Siempre he sostenido que para conocer a una
persona, solo debes darle poder. Y las armas aparentan eso: poder. Aunque lo
cierto, es que el ser humano es la verdadera arma. Lo que nos lleva a la pregunta:
¿Somos violentos por naturaleza? La respuesta primaria es sí; aunque, por algo
evolucionamos y nos volvimos civilizados. En República Dominicana, al igual que
muchos otros países, tenemos un sistema de educación no acorde con las
necesidades reales y le achacamos los actos de violencia a la falta de educación.
Sin embargo, nuestra realidad frente al fenómeno de la violencia es algo global
sin importar el continente. Aunque, gracias a Dios, nosotros no tenemos
problemas de terrorismo ya que al margen de ser una isla, respetamos y acogemos
a las personas sin distinción y mantenemos esa cultura de ayuda al prójimo.
Puedo afirmarles
que en mi generación no había un control excesivo de armas como el actual, porque
nuestros padres y familiares nos educaban y orientaban sobre el uso y el
respeto de las armas (blancas o de fuego), aunque la cuestión elemental era el
respeto a la VIDA. Sin embargo, la actualidad mundial es otra historia: el niño
se cría jugando videojuegos de asalto urbano con técnicas militares (generación
Shooter, la podríamos llamar); sabe manipular una PS90 y una AR-15 (virtuales) mejor
que su cepillo de dientes; se despierta en un mundo inundado de noticias donde
todo radica en violencia humana (desde el preescolar hasta la universidad). Al
cumplir 18 o 21 años, en la mayoría de los casos se le recluta y se le entrena
en una diversidad de entornos y situaciones hostiles cuyo objetivo elemental es
doble: a) sobrevivir; y b) cumplir un objetivo. Envían esos “niños” a un lugar
extraño, lejos de su hogar; y en esencia, lo convierten en una mejor máquina
(de matar) aunque quizás olvidan hacerlo un mejor hombre (o mujer), privándolo
de una verdadera vida.
El terrorismo es
noticia del diario vivir. Bien sea como un “incentivo” para la lucha
antiterrorista (fondos) o bien sea un “lobo solitario” como el asesino de la
premiere de Batman (que se cree el Guasón). Mientras tanto, nosotros, los ciudadanos
del mundo que no tenemos nada que ver con su sed de grandeza o sus delirios de persecución,
aquellos que comprendemos que no se debe rechazar una persona por su forma de
pensar o actuar: seguimos siendo las víctimas de una situación controlable,
previsible y sobre todo innecesaria. La cuestión es, que a nadie le gusta dar su brazo a torcer.
Y usted se
preguntará a qué me refiero a terrorismo inducido: Los Estados los
entrenan (militares o no), les facilitan las armas (autodefensa), los privan de una vida plena (alejándolos de la familia) y luego los
rechazan (en esencia, estrés postraumático) o los aíslan (si no son ya útiles) ¿qué esperan que hagan? Las acciones cobardes y homicidas de esos grupos extremistas y de
esos “lobos solitarios” son tan “terroristas” como una intervención “pacífica”
que busca el control de una zona (para proteger intereses económicos). Solo hace falta un evento que haga detonar una personalidad agresiva de éstas. Todos los
seres humanos somos potenciales terroristas desde el punto de vista de que si
nos quitan todo, está en nuestra naturaleza tratar de recuperarlo. No es cosa
de educación, sino de valores. Imaginen la vida de un huérfano, de un hermano,
de un hombre o mujer que ha perdido su familia injustificadamente por un “error” de calculo o por una venganza personal de un extranjero…
si le quitas todo, obtienes terror y ese es el credo que les dejas a esas víctimas que potencialmente se convertirán en victimarios. Si bien, en
nuestra naturaleza humana la guerra la llevamos por dentro (conciencia), está
claro que todos tenemos una cuota de responsabilidad frente al terrorismo. Los pueblos por ser tan
permisivos con sus gobernantes para asegurar un “estilo de vida” y las naciones, por respaldar el
negocio de la guerra protegiendo sus aliados. Justifican el terror con terror, y no miden sus
consecuencias. Sin embargo, todos perdemos con el terrorismo, ya que lo único
en juego son vidas, vidas casi siempre inocentes e invaluables que se pierden en vano.
Lo único cierto es: que la violencia genera violencia. Y nosotros, tenemos la responsabilidad de incentivar los valores en pro de la vida. Mire el perrito de la foto de arriba: está contento, aunque no fue creado para manifestar emociones. Así debemos aprender a encontrar la felicidad, aún donde no debería existir. Esa es, nuestra verdadera naturaleza.
5 comentarios:
que bonito mensaje!... si todos pudieramos cumplir un poco de eso seria un mundo diferente. hay que empezar por uni, definitivamente.
bello descubrirte.
saludos
Gracias, sonix (Sonia). De eso se trata este blog: de mi granito de arena. Por cierto, bienvenida al Atic0.
Claro y conciso. Si todos lo entendieran así...
Éramos bestias; evolucionamos como lo que somos: depredadores que luchan por recursos escasos. Yo siento y pienso que estamos en los mejores momentos de la humanidad, en los tiempos en los que la barbarie ha disminuido sustancialmente, no hasta donde quisieramos, pero es lo que hay.
Ya hemos debatido sobre esto... jeje.
Seguimos por aquí, leyendote.
Saludos.
Poeta745, Saludos.
Soy, Maestro. Un saludo.
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