Para este fin de
semana, les había prometido a mi sobrina (10 años) y a su hermano que les daría un fin
de semana de película, y por cosas de la vida: se quedaron a dormir en casa.
Llevaron sus palomitas y les elegí: “El Origen de los Guardianes”, una película
(animada); muy buena, por cierto, ya que está llena de valores, sueños y esperanza.
La cuestión es
que la pulga (vive brincando y moviéndose) tenía frío y le busqué una colcha, la senté en un
sillón reclinable y solamente la cabeza le quedó fuera (con sus ojitos de
peseta). Todo iba bien hasta que salió el malo (el coco) de la película y
tuve que darle la explicación (clásica) de convertir lo negativo en positivo,
lo oscuro en luz, el mal en bien y los temores en sueños. Por suerte, la trama
de la película me ayudo, aunque después ella estaba centrada en el colorido y los
poderes de Jack Frost, Santa Claus, el Conejo de Pascua, el Hada de los Dientes
y Sandman. (Bueno, y los duendes, los huevitos de pascua, los yetis,etc)
La cuestión era
que pasaba de las doce de la medianoche y comencé a ver que mi sobrinita ya se
estaba acomodando (del sueño), por lo que la mandé a acostarse (con su hermano
dándole cuerda, porque dejamos otra película por la mitad). En fin, cuando
me levanté en la mañana, ya ellos estaban levantados (yo, caí como un zapato).
Y cuando dije que iría a abrir el portón, la pulga me dijo: “Te acompaño tío, para cuidarte”;
y aunque me reí por dentro, le sonreí y le dije vamos. Y es que, al margen de
pesar unas 240 libras (Hulk chiquito), poder correr kilómetros y
levantar cientos de libras, he aprendido que: en la vida, un
poco de ayuda, nunca está demás. Y es que no sabemos de dónde vendrá la
ayuda, ni en qué momento la necesitaremos; solo, debemos estar abiertos a recibirla. Las pequeñas cosas de cada día son las que convierten la vida, en algo especial… la niña karateca me recordó eso. Y nada…
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