Se dice que
cuando encontramos algo que hemos perdido, lo valoramos más. A veces, eso es
cierto, otras es solo la novedad de la situación. Hace unos días, mientras
organizaba algunas cosas en la habitación, encontré un recipiente que había
olvidado en una esquina. La descripción más exacta, es que era un tesoro…
Según me cuentan y según recuerdo, desarmo cosas desde que tenía unos 5 o 6 años de edad. Bueno, la curiosidad se abrió paso dentro del conocimiento y así pasaron los años. A los doce o trece años, ya podía reparar cualquier cosa en la casa; y, no lo niego, dañé muchos aparatos eléctricos y electrónicos: lo divertido era repararlos; o, tomar las mejores piezas y desechar el resto. Podría hacer un análisis conductual, una reseña psicológica o simplemente podría admirar la belleza, aún donde no debería existir. Imagina cientos de diminutas piezas, pequeños componentes mecánicos, tornillos, resortes, motorcitos, poleas, rodamientos, engranajes, condensadores y un sinfín de piezas únicas de todo aquello cuanto ha pasado por tus manos y que por una u otra razón ya no existe. No son las herramientas o repuestos de un hombre, ni los juegos de un niño: son la historia de una vida, un orden dentro del caos. No es hierro, plástico, caucho, aluminio o bronce: son parte de mis recuerdos.
Guardé muchas de esas pequeñas piezas, como repuestos. Sin embargo, al ser piezas tan únicas y tan especiales, en el sentido de que llamaron mi atención, quedaron ahí olvidadas en el ajetreo de la vida. Recuerdo que con unos 16 o 17 años, me pasaba horas creando sistemas de engranajes y artilugios con piezas que, sencillamente, no fueron creadas para funcionar en un conjunto armónico. Eso, era lo divertido, darle un orden a ese caos (desarme). En aquella época, quería ser ingeniero automotriz… en ese recipiente estaba mi primer prototipo de auto, hecho con piezas de electrónica, de alarma de auto y algunos misceláneos (jajaja) … se le rompieron algunas partes plásticas (tostadas por los años)… debo reconstruirlo y crear otras cosas.
Cuando crecemos, aprendemos más allá de nuestros límites y expandimos nuestra razón; sin embargo, a veces olvidamos que con un poco de esfuerzo e imaginación, cualquier cosa común se transforma en una verdadera obra de arte. Todas esas piezas, son un pequeño tesoro: no por su valor, sino por sus recuerdos. Al ensamblar algo que no debería existir, le das una razón de ser a las cosas. Ese es el verdadero tesoro: el tiempo que le dedicas a las cosas.
Según me cuentan y según recuerdo, desarmo cosas desde que tenía unos 5 o 6 años de edad. Bueno, la curiosidad se abrió paso dentro del conocimiento y así pasaron los años. A los doce o trece años, ya podía reparar cualquier cosa en la casa; y, no lo niego, dañé muchos aparatos eléctricos y electrónicos: lo divertido era repararlos; o, tomar las mejores piezas y desechar el resto. Podría hacer un análisis conductual, una reseña psicológica o simplemente podría admirar la belleza, aún donde no debería existir. Imagina cientos de diminutas piezas, pequeños componentes mecánicos, tornillos, resortes, motorcitos, poleas, rodamientos, engranajes, condensadores y un sinfín de piezas únicas de todo aquello cuanto ha pasado por tus manos y que por una u otra razón ya no existe. No son las herramientas o repuestos de un hombre, ni los juegos de un niño: son la historia de una vida, un orden dentro del caos. No es hierro, plástico, caucho, aluminio o bronce: son parte de mis recuerdos.
Guardé muchas de esas pequeñas piezas, como repuestos. Sin embargo, al ser piezas tan únicas y tan especiales, en el sentido de que llamaron mi atención, quedaron ahí olvidadas en el ajetreo de la vida. Recuerdo que con unos 16 o 17 años, me pasaba horas creando sistemas de engranajes y artilugios con piezas que, sencillamente, no fueron creadas para funcionar en un conjunto armónico. Eso, era lo divertido, darle un orden a ese caos (desarme). En aquella época, quería ser ingeniero automotriz… en ese recipiente estaba mi primer prototipo de auto, hecho con piezas de electrónica, de alarma de auto y algunos misceláneos (jajaja) … se le rompieron algunas partes plásticas (tostadas por los años)… debo reconstruirlo y crear otras cosas.
Cuando crecemos, aprendemos más allá de nuestros límites y expandimos nuestra razón; sin embargo, a veces olvidamos que con un poco de esfuerzo e imaginación, cualquier cosa común se transforma en una verdadera obra de arte. Todas esas piezas, son un pequeño tesoro: no por su valor, sino por sus recuerdos. Al ensamblar algo que no debería existir, le das una razón de ser a las cosas. Ese es el verdadero tesoro: el tiempo que le dedicas a las cosas.
2 comentarios:
Ese es el verdadero tesoro: el tiempo que le dedicas a las cosas.
Hay un misterio en esto de crear. La idea, el origen, lo genérico... Tal vez porque nos hace sentir un poco "dioses". Génesis 1:1
Vos tendrías que poner todo lo que escribís entre dos sendas tapas y publicar un libro. Sería la génesis de algo único, ensamblado en las páginas del tiempo.
Querida amiga, para eso tengo el blog!!!
Gracias, por tu visita... y espero que escribas un poco en tu "otro" blog. Un abrazo de aquí (RD) a Argentina. Y, que Dios te bendiga hoy, mañana y SIEMPRE.
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