22 may 2014

Un “adiós” para el café.


Bueno, quien me conoce, sabe que durante más de una década, mi desayuno se componía de una taza de café. Podía ser negro, con leche, con pan… pero, lo cierto es que, al final del día, me había tomado al menos unas ocho tazas. Bueno, me tracé una meta simple: dejar de tomar café.

Mi familia es “cafetera”, es decir, que todos toman café. Así que, un día de diciembre me levanté, tomé un vaso de leche con cocoa, y desde ese día, dejé de tomar café. Al segundo día, comenzó el síndrome de abstención (el café, es una droga), con unos dolores de cabeza insoportables. La cuestión es simple: el café (cafeína) es un vasoconstrictor, y al consumirlo durante media vida, al dejarlo: el efecto se siente directamente en el cerebro. Creo que pasaron unos cinco días, y luego volví a la normalidad. Me dí cuenta de que dormía mejor, estaba más atento (no con sueño), no hubo disminución del rendimiento en las pesas (mito de que mejora el rendimiento); y en esencia, mejoró mi calidad de vida. Y nada, solo registro esto, a los 6 meses de dejar de ingerir café… y, dado que no “bebo”, ni “fumo”: debo restarle este vicio a la lista (ja, ja, ja).        

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