La única forma
de calmar un alma inquieta, es darle a su cerebro más información de la que
puede manejar. Digamos, que en el mundo hay dos clases de personas: quienes
pagan por una comida terminada (sin preguntarse de dónde salió); y, quienes le
ponemos el alma a cualquier cosa que preparemos en una cocina (nosotros mismos).
Ambas, son experiencias… aunque muy distintas.
El sabor ácido
de una fruta, un toque de especias, el tiempo de cocción… al cocinar: cada
detalle, nos lleva a un deseo o a un recuerdo. Dejo a un lado a quienes
fotografían un plato, y a quienes buscan wifi al momento de comer. En la cocina
tenemos dos experiencias: ensayo y perfección. Combinas eso con un poco de
cultura y técnica, y si te atreves a seguir tu propio instinto…serás el mejor
cocinero (o la mejor cocinera) que puedas ser. Esta película, nos lleva a un
viaje por Mumbai y Francia, por tradición gastronómica, por técnica culinaria;
y, lo más importante, nos lleva por la familia: amor, respeto, comprensión.
Bueno, y por problemas de frenos, culturales, celos, envidia e intolerancia.
Pero, al final, esta película encierra el verdadero tesoro que se esconde
detrás de un buen cocinero (o cocinera).
A veces, en la
vida, las personas “prueban” tanto, de tantos lugares, que pierden el gusto por
las cosas verdaderamente valiosas. Comer no se trata de cosas “saludables”, ni
de probar “cosas nuevas e innovadoras”. Comer, es la culminación del alma del
cocinero, no una experiencia personal. Quizás, por eso, la película trata sobre
las “estrellas michelín”: un gran honor para un “chef”… Pero, ¿Cuánto valen
para un cocinero?
La película “Un
Viaje de Diez Metros”, va más allá de una calle que separa dos restaurantes diametralmente opuestos:
trata sobre “el camino de la vida”, por decirlo de algún modo. Vemos viudos, jóvenes
enamorados, historia familiar, valores culturales, innovación y un cambio por
el que en algún momento pasamos o pasaremos en nuestra existencia. Y es que,
resulta increíble la diferencia entre cocinar con amor, y cocinar para “vender”…
se siente en el sabor, en la textura, en los cortes y en todos esos detalles
que más que una experiencia gastronómica nos lleva por esos recuerdos en donde
la familia es la mejor escuela para la buena comida.
“Un omelet, es
el único examen para juzgar a un chef”… quizás, es cierto. Pero, un cocinero no
se limita a recetas, premios o tradición: toma lo que tiene a mano y adapta el
plato a su propio gusto. En la cocina, la experiencia de lo más básico es lo
que te da la complejidad de un plato; y, eso, solo se logra: perfeccionando la
técnica. Y no es cosa de medidas o tiempo… eso, es para la receta (repetir). Se
trata de esa experiencia única al experimentar por primera vez, al innovar ese
sabor… ese es el recuerdo verdaderamente valioso; y, el principio de esa
historia. Recomiendo esta película con un 5 de 5… quizás, porque me gusta mucho
cocinar (ja,ja.ja).
3 comentarios:
me encanto esta publicacion, mil gracias! me hiciste el día! yo tambien adoro cocinar y esta pelicula me cautivo de principio a fin, saludos desde Monterrey México. =)
Hola Delia. Bienvenida. Si, es una excelente película, y con muy buenos escenarios e historias entrelazadas.
MUCHAS GRACIAS!, ya tengo tiempo leyendote, me gusta mucho tu blog, escribes muy bonito,
saludos!
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