Aquellos que
trabajamos metal en frío, aprendemos a darle forma a las cosas de la peor
manera posible. Moldeamos el metal a base de golpes y sincronía para obtener
una pieza armónica con nuestros sentidos (vista y tacto), para luego ir limando
las asperezas y dar forma a nuestros objetos. Y así sucede en la vida…
Las personas,
tomamos de otros aquellas cosas que necesitamos, somos como el metal en bruto.
A veces, relucientes, otras corroídos u oxidados. Sin embargo, cada uno de nosotros
cumple una misión específica en la vida de los demás. En algunas ocasiones, se
trata más de suerte y casualidad, cuando nos topamos con esa pieza única que
nos inspira a iniciar un nuevo proyecto. Un proyecto que puede durar minutos o
toda la vida. Se dice que el
amor forjado en metal puede cambiar su forma, pero jamás su esencia. Podrá ser
frío a veces, pero cuando arda quemará todo a su paso. Y aquí entra en juego el
agua, que sirve para eliminar las impurezas, enfriar el metal; y, por qué no, para
oxidar el hierro… le da su carácter, y su historia (tiempo). Y sí, creo que el
corazón es como el hierro: puedes encontrarlo en cualquier lado, pero lo
interesante será su forma y su composición. Habrá personas con un gran corazón,
otras con corazones pequeños. Habrá corazones suaves y maleables, otros serán
de un acero duro y resistente.
Puedes tomar una
pieza de hierro y martillarla (en frío) hasta hacerla arder (habrá un cambio
molecular) y si la enfrías de golpe (con agua), su estructura molecular será distinta: el metal
se volverá más duro. En este punto, verás una forma rústica de una pieza y es aquí, cuando empieza el verdadero trabajo. La vista y el tacto te guiarán en
el camino; invertirás mucho tiempo, sudor y dolor para llegar a un resultado. Y aquí, al
final de la historia, es que comprendes aquello que nunca pasó por tu cabeza: Lo importante
nunca fue el resultado, fue la experiencia. Cada experiencia es única y nos va
perfeccionando como personas. La vida no tiene un manual escrito, pero siempre
nos da las técnicas necesarias para aprender. Un forjador aprende que la
paciencia es la virtud más noble: nunca dejas pasar una oportunidad de
perseguir tus sueños. Aprendes que cada segundo cuenta; cada minuto son sesenta
golpes que moldean el más férreo metal y al final, solo te queda una satisfacción:
pones el alma, y tu empeño en lo que sea que hagas... sea de metal o no.
La vida, es un solo momento… Debes dejar lo malo atrás y ver todo el camino que te queda por delante. He sido un
forjador toda mi vida y si algo he aprendido, es que cada persona lleva dentro
de si un corazón de metal: una obra de arte forjada con el metal del alma,
bajo la fragua del tiempo y el silencio; y sobre todo, con el martillo de la esperanza (Dios o "destino").
Agua que no has de beber…deja que alguien más la tome. (Estamos en sequía... sonrisa)
Agua que no has de beber…deja que alguien más la tome. (Estamos en sequía... sonrisa)
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