Cosa de dos, en una
sola vida. Una razón discordante entre las consonantes del destino. Un día
cualquiera, una mañana cualquiera, te preguntaría mi nombre. Sí, mi nombre
completo. Si no sabes eso, te aseguro que no sabes nada de mí. ¿Qué es un
nombre? solo palabras que atan el alma a una persona, la singularidad de lo
abstracto en un mundo meramente físico. Y qué significa saber el nombre de una
persona… nada, y a la vez: todo.
Entonces, ¿Cuál
es la importancia de saber el segundo nombre de alguien o su segundo apellido?
Bueno, si usted conoce pocas personas, no sería nada; si usted conoce a decenas
de miles, necesitará de esas dos simples palabras para enlazar cientos de
recuerdos a un rostro, a una vida, a un momento. Sí, hay personas con mala memoria
(jajaja… recuerdo a unas tres personas así); sin embargo, ese detalle nos muestra la
diferencia entre los/las amigos/as y los/las conocidos/as.
Así que, en ese
día o en esa mañana cualquiera, cuando te llame a ti, mujer, por tu nombre
completo, como muestra de la seriedad del asunto y te diga: “contéstame”…
¿Podrás hacerlo? A veces, la pregunta importa más que la respuesta. De igual
modo, al que un nombre, marca la total diferencia respecto de lo que se siente
y lo que se expresa. Somos la suma de
tiempo, recuerdos e historias, y si no podemos darle una individualidad a todo
eso: perdemos el momento, la oportunidad.
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