Las mujeres son
medio locas, no tengo dudas de eso. Se pasan media vida pasando hambre para
verse “bien” y la otra mitad: lamentándose de lo que no se comieron (no se
ofenda, es una verdad irrefutable). Como hombre: podrá ser atractivo,
gracioso, inteligente y un gran “amante”; pero, si no sabe cocinar: usted y la
Ford Ecosport de caja vieja comparten un rasgo en común: al primer fallo, lo “cambian” (nota: a
República Dominicana nunca trajeron repuestos para este vehículo). En fin,
saber cocinar no es un lujo, es una necesidad fundamental de la vida (de deliverys de
colmado y comida chatarra no se vive: se sobrevive).
Yo sé que usted
piensa que llevar una muchacha de familia (sin importar su edad) a comer
chicharrones de puerco en Villa Mella es toda una aventura. Pero, al margen de la
intoxicación gastrointestinal y de la sopa de la “suegra”, analice lo siguiente: si
usted lleva a toda la familia a cenar a un restaurant… tendrá un hoyo en el
bolsillo; pero, casi todos estarán contentos: su “suegro, suegra y cuñados” (si
los hay) comerán como polizones de barco, luego de 5 días a la deriva en alta mar. Salvo, a
la que usted le interesa: su “pajarita” (de tantas semillas que come); quien,
posiblemente, se desmaye cuando huela el pollo agridulce que pidieron en la
mesa de atrás hace 5 minutos. No pierda el Norte: su familia lo es todo; pero,
su mujer es: SU todo. Hay que darle caña a ese ingenio, para que funcione. En esencia,
la mujer come como un rottweiler: mucho, y con los ojos. Hasta lápices,
mastican (risa). Ya en serio, una de las grandes barreras sociales que tienen
las mujeres es: comer mucho, y libremente. A nosotros los hombres, nos lo
celebran y si sabemos cocinar: somos casi semi-dioses (en la actualidad). Pero,
ese no es el punto.
Hay un abismo
entre amor por la cocina y amor por la comida. Hay personas que pagan lo que
fuera por salir de su casa y comer un plato; y, personas, que hacen lo
imposible por quedarse en su casa cocinando un elaborado plato con amor. Si
queda medio crudo, muy cocido, desabrido o salado… así es la vida; pero, está
hecho con amor. No es secreto que las mujeres comen escondidas; que comen
cuando están atormentadas o ansiosas; el verdadero secreto es: saber compartir
esos momentos en pareja. Que, si se quiere comer media pizza o una entera,
usted no saldrá corriendo al tercer pedazo y le quitará ese placer de la boca.
Eso sí, que esas 6 mil calorías extras, usted se las hará quitar de encima en
el transcurso de la semana con todo tipo de ejercicios aeróbicos y anaeróbicos.
No le digo que
cocine o que compre la comida; comparta ese momento y disfrútelo como lo que
es: algo único. Ella no se enamorará de eso, confiará más en usted. Recuerde
que el amor no es más que simpatía. Jártela; pero, manténgala en salud. Y si no
se ríe, dele un refresco: es que está añugada (atragantada… eso, también le
pasa al rottweiler; pero, uno se da cuenta porque deja de mover la colita) (hahahaha).
P.d. Si después del refresco aún no se ríe; dígale, que también hay helado. Eso le hará sonreír y le dará puntos extra (risa).
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