Bueno, hoy me
tocó salir por segunda vez al supermercado en medio de la cuarentena. El otro domingo fui a comprar
algunas cosas, y encontré solo a unas 15 personas dentro del local. Hoy, la historia fue totalmente
distinta: 30 minutos de espera en fila (a 2 metros de los demás)
para entrar. Entrada de 10 en 10 (personas); y, ya dentro, todo “normal”; es
decir, si alguien tose o estornuda: corre. Anda rápido, busca lo necesario,
compra algún capricho y sal.
Le apuesto a que
leyó todo, menos lo más importante: el capricho. Sí, parece psicología barata
(condicionamiento respondiente); sin embargo, la mente valora las pequeñas
cosas. Me explico: en medio del Apocalipsis zombie (bueno, sin zombies…) usted
desinfecta todo su vehículo y lo prepara para la valiosa carga (compra del
súper). Se prepara desde el día anterior con todo lo necesario para sobrevivir
al contacto exterior: guantes, mascarilla, ropa que cubra su cuerpo y muuucho
alcohol isopropílico, mezclado con agua en un spray. Ese spray, es mi Wilson (hahaha,
como en El Naufrago, Castaway). Lista en mano y semi-cubierto (lo de los
lentes, es neurótico… bueno, vi una pareja con
traje DuPont y careta de pintura automotriz… debe servir); en fin, en tu casa te
despiden como si fueras a la Luna en un cohete hecho con latas de aceite y carburo…
explota, como sea. Pero, ya en serio, te pones tu ropa y sales con la Gracia de
Dios... mas yo, que dejé el celular en casa (no quería tener que desinfectarlo, por todos los protectores que debía quitarle).
Llegué a la
tienda a los 5 minutos del horario de apertura, y me encontré con 13 personas… afuera, haciendo fila. Y nada, tomé mi carrito
de supermercado y esperé… sin celular, loco por rascarme la nariz y sin querer
quitarme la mascarilla (para no tocarla). Pensé en llevarme la mascarilla de
gas, pero esa no filtra exhalaciones (función de la mascarilla desechable: no
afectar a otros). Y, dado que mi grado de psicosis es “casi” nulo: me fui con
la desechable. En resumen, manejar con guantes, tocar el teléfono con guantes (antes de salir, sin
contar que no funciona el lector de huella dactilar), y tocar carnes es: un
condenado desastre. Se hace necesario un mero capricho, para compensar toda la
incomodidad.
Es decir, el hecho de tener que “desinfectar” toda
tu compra por precaución (cuidando a la familia), el hecho de tener que
desinfectar el vehículo (todo lo que uno toca… y dejarlo en el Sol… por si
acaso), amerita algo que le saque a uno una sonrisa en medio de todo este
desastre (capricho alimentario: cualquier disparate). Salir por necesidad (alimento), es algo tortuoso en sí; sin embargo,
asegurarte de que un simple virus gripal no entre a tu casa con una compra manipulada por terceros (empaquetador, cajera, etc.), es lo verdaderamente
tedioso. Bueno, “Wilson” me ayuda a desinfectar, prueba de ello es el cambio de color de los guantes
al tocar adn (carnes)... creo que excedí la mezcla de alcohol. Espero no tener que volver a salir pronto; pero, creo que este “modo de vida” durará meses… y nada, no está demás ser cuidadoso: lavé toda mi ropa y mis
zapatos al llegar. Hasta los recibos de pago los saqué al Sol (no les podía
rociar alcohol; al dinero de la devuelta: SI). Y nada, hay que mantener el
sentido del humor y la esperanza frente a toda adversidad… que Dios nos proteja.
P.d. Necesito comprar más alcohol... isopropílico, mal pensado/a, no es para tomar. Esa aventura, será en la Farmacia... bueno, si compro mucho, quizás, lo traen a domicilio (loco explorador lunar: sonriendo).
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