En estos días,
las manifestaciones internacionales en contra del racismo se han hecho presente
por todos los continentes. La cuestión es: ¿Esas manifestaciones, se tratan de
racismo? No lo creo. Vivimos en un mundo de apariencias, donde la persona no
vale por persona, sino por sus “bienes” o su estatus social. Eso, sin importar
su color de piel, su educación o su religión.
Un abuso
policial, fue el detonante de millones de personas que tenían meses encerrados
en sus hogares (sin distinción). Si algo ha tenido el COVID-19, no es su
peligrosidad o su rápida expansión; sino, que puso de manifiesto las
debilidades en salud y en alimentación de todo el planeta. Bueno, algunas
sociedades están acostumbrados a tener grandes despensas de alimentos; sin
embargo, la mayoría de personas con un nevera pequeña e ingresos informales, vio
como cada gobierno les decía: “quédate en casa”; y, muchos/as esperaron una
ayuda que nunca llegó. El mayor mérito del COVID-19, fue paralizar las economías
del planeta (efecto dominó).
Ahora bien,
tenemos el problema racial. Sin embargo, también tenemos el problema religioso,
el problema de géneros (mujeres que luchan por su discriminación moral, sexual,
religiosa); tenemos el problema de la desigualdad social; de la falta de acceso
tecnológico; de la corrupción transnacional; del tráfico de personas; del
hambre. En esencia, hay cientos de formas de abuso que en nada tienen que ver
con la piel. Sin embargo, esta “lucha” tiene un fundamento más que justo: nada
justifica la muerte de una persona por parte de la autoridad que está llamada a
protegerla y servirla. Hoy en día, gracias a la tecnología, la “revolución
mundial” ha encaminado al ser humano por la búsqueda de la abolición de todo tipo de abuso; y,
en especial, la discriminación racial. Ser blanco, negro o verde (recuerde que
venimos del espacio, hay vida ahí afuera), solo es el envoltorio de la persona;
y no, su contenido. Siempre he sostenido que sin importar nuestras diferencias:
todos y todas somos semejantes (valemos, lo mismo). Y cada vida, sin importar
si es hombre, mujer, niña o anciano tiene su propio valor y respeto.
Por cierto, romper o destruir propiedades (saqueos, revueltas), en nada tiene que ver con reclamar derechos. Recuerde, que vivimos en un mundo de mujeres y hombres que son esclavos modernos de su propia vida: encerrados en horarios laborales, compromisos profesionales o religiosos; en obligaciones sociales, en su smartphone, en “misiones” o patrullando. La esclavitud moderna, no esta en la piel o la religión sino en cada sociedad. Quizás, el ser una persona común, (sin obligaciones ni ataduras) es el mayor tesoro; pues, tiene toda la libertad del mundo para forjar su propio camino. Así que, cuando algo te moleste: protesta; pero, recuerda que: saber el camino, no es lo mismo que recorrerlo. Siempre habrá personas que se escudarán en causas “nobles” para aprovecharse de los demás. De ahí, hay que huir. Y, nada… algún día entenderemos que, nada es instantáneo: hay que luchar y luchar, por lo que en verdad queremos. :)
Por cierto, romper o destruir propiedades (saqueos, revueltas), en nada tiene que ver con reclamar derechos. Recuerde, que vivimos en un mundo de mujeres y hombres que son esclavos modernos de su propia vida: encerrados en horarios laborales, compromisos profesionales o religiosos; en obligaciones sociales, en su smartphone, en “misiones” o patrullando. La esclavitud moderna, no esta en la piel o la religión sino en cada sociedad. Quizás, el ser una persona común, (sin obligaciones ni ataduras) es el mayor tesoro; pues, tiene toda la libertad del mundo para forjar su propio camino. Así que, cuando algo te moleste: protesta; pero, recuerda que: saber el camino, no es lo mismo que recorrerlo. Siempre habrá personas que se escudarán en causas “nobles” para aprovecharse de los demás. De ahí, hay que huir. Y, nada… algún día entenderemos que, nada es instantáneo: hay que luchar y luchar, por lo que en verdad queremos. :)
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