A veces, en la
vida, el mayor logro de un hombre es: conquistar el corazón de una sola mujer.
Sin embargo, en el mundo en el que vivimos parece más un documental de NatGeo
(depredadores y presas), que un lugar en donde podamos conocernos y encontrar a
esa mujer con la cual compartiremos nuestra existencia. Ser hombre es muy difícil
en este mundo de hoy: usted tiene que dominar cada ciencia, arte, profesión u
oficio; y, además, ser “encantador”… eso, solo para que una mujer le haga caso.
Bueno, es broma: si tiene algo de encanto, hasta lo mantiene. Sin embargo, ese
no es el tema…
Sucede en la
vida que hay personas que dejan de creer en el amor; dígase, un caldo de
cultivo entre desilusión, monotonía e intolerancia. Pero, ¿Qué es la desilusión?
El incumplimiento de las metas autoimpuestas? ¿La falta de tolerancia hacia el
otro? O, ¿la repetición de sus propios errores?
Estar enamorados
no tiene nada que ver con el amor. Es, algo así como la diferencia entre
estudiar una carrera y ser un/una profesional. Cualquiera puede estudiar, pero
no todos terminan… y, la diferencia está en los elementos más simples como el
empeño, la perseverancia, la voluntad y los sacrificios (nota: siempre habrá
sacrificios en las cosas de la vida por las cuales vale la pena vivir). De ahí
que nos enamoramos de una cara bonita, de un cuerpo; pero, amamos las manías,
los detalles de una mujer que la convierten en única.
No sé por qué,
pero las personas que usan la desilusión como excusa son las mismas personas
que emplean el concepto “aburrimiento”. Y no se lo digo como algo malo o para
que esté como una Guinea (ave africana extremadamente escurridiza) buscando las
causales de por qué su relación no funcionó o no funcionaría. Si algo he
aprendido en esta vida es a disfrutar de las personas con sus defectos y su
tiempo; si, a veces, para conocer a alguien debes hacer las cosas a su ritmo: a
veces son días; otras, años… pero, solo así puede conocerse realmente a una
persona.
Y ese es uno de
los errores más elementales de nuestro tiempo: lo queremos todo y rápido. No
dejamos que las situaciones respiren, disfrutando el verdadero valor del
momento: único e irrepetible. En la vida, hay dos momentos en los que debes ser
“lento”: comiendo dulce de leche, y en el amor. El primero, se acaba muy rápido;
pero, el segundo, deja cicatrices de por vida. Y esa, es la segunda lección:
con los sentimientos de las personas no se juega. Como diría Arjona: Hombre no
es tener muchas mujeres y vida de tormenta, sino tener UNA y mantenerla “contenta”.
Bueno ese es un error que no es exclusivo de los hombres.
Sin embargo, el
punto de la desilusión es que no puedes pedirle limones a un naranjo; bueno,
puedes hibridarlos; pero, el punto es que no se trata de esperar mucho o poco
de alguien, sino de disfrutar de lo que esa persona te ofrece. A veces,
olvidamos que el mayor regalo que alguien puede darte es su tiempo. Algo que,
jamás recuperará… así que, aprovecha las oportunidades; o, aprende a crearlas.
Al final, solo cuenta que nunca pierdas la ilusión de que: para alguien en este
mundo, tú eres SU mundo.
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