Hombres y
mujeres, somos criados de una forma algo distinta sobre nuestros conceptos de
amor, pareja, matrimonio, familia. Pero, lo cierto es que, sin importar la
sociedad o la época: todos y todas buscamos lo mismo; algo así, como el: “para
toda la vida”.
No hay dos
personas iguales; súmele incontables “amores” y “desamores”, y tendrá una
enciclopedia de teorías y vivencias distorsionadas sobre lo que es el amor y
cómo hacer funcionar una relación, más allá de la atracción física. (En este
punto, alguien siempre se identifica con los consejos de sus vivencias… y yo,
les recuerdo, como cada año, que esto busca ser teoría (objetiva), que sirva
para comprender un poco más sobre nuestra relación de pareja (hombre-mujer:
iguales, y diametralmente opuestos)).
Tanto hombres
como mujeres nos enamoramos de una presencia física (alta, rubia, de buen
cuerpo y piernas largas… o, algo así). Sin embargo, solo somos capaces de
llegar a amar con el tiempo y la dedicación que somos capaces de dar a esa otra persona que puede ser muy distinta a nuestro parámetro inicial. Casarse?,
hasta los perros lo hacen hoy en día; sin embargo, unirse voluntariamente (ante los ojos de
Dios o de su conciencia) a una sola mujer, en este tiempo, parecería más un calvario que la manifestación libre de una voluntad dispuesta a compartir este camino.
Ello, ha llevado
a muchas personas (hombres y mujeres) en una búsqueda por un espiral de
“belleza” (física), dejando a un lado el hecho, de que lo que nos hace únicos es
nuestra forma de pensar/actuar. Pero, esta parte la dejo a un lado, junto con
las mariposas en el estómago (nervios), el “sí quiero” y el “En qué lío me he
metido”. Digamos qué, llega un momento en la vida en que su mujer pasa de ser un
ser mítico, a una persona de carne y huesos… que ronca, patea y babea como un
bulldog. Sin embargo, un matrimonio (como institución) es la prueba tangible de
que el amor es solo eso: simpatía.
Una simple
palabra, con un complejo significado. Algunos dirán que el amor es apego,
cariño, entrega, devoción, alegría o una firme voluntad. Sin embargo, lo cierto
es, que en algún punto de tu vida conoces a esa mujer que, literalmente, borra
todo lo demás (incluyendo, cualquier consejo). Y sobre ello, solo habría que
decir que, muchas personas no entienden que en el amor no hay un sentido de posesión; sino, un
sentido de pertenencia (a la pareja, a la familia y la sociedad); también, se
pasa por alto el hecho de que, en el amor: no hay dudas; ni recelos. Y es que, no hay dudas, en el
sentido de que algo puede durar un instante o 90 años. Me refiero a que, llega un
punto en el que, antes de rezar por ti: le pides a Dios que le de salud y alegría a ella; y, sin importar el cansancio o los problemas: dejas todo a un lado,
para compartir ese momento especial juntos.
Los hombres
estamos hechos para ser DUROS; sin embargo, todos sabemos que en una casa LA
MUJER manda. Bueno, no es la regla; pero, el punto es que como hombre siempre
tratas de darle valor a su opinión; salvo, que ella no tenga la razón… entonces
deberás disculparte y buscarle la vuelta para que ella te perdone, aunque ella
se halla equivocado y tu tengas la razón. ¿Por qué? porque así es el amor: una
compleja maraña de sentimientos, reducidos a un solo concepto: simpatía. El
hecho de que me preocupo más por cuidarte a ti, que de mí mismo.
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