Bien podría ser
una de nuestras playas de arenas blancas; sin embargo, esta foto de @manuel_hutama
pertenece a Nuevo México (desierto). El ímpetu de la vida natural, nunca deja
de sorprender. Eso, me llevó hace años a una pregunta: ¿En verdad afectamos al
medio ambiente; o, solo somos parte de un ciclo?
Sabemos que en
la era de los dinosaurios, la concentración de oxígeno en el aire era bastante
alta en relación a nuestros días. De ahí, una de las hipótesis de por qué eran
tan grandes en relación a… un lagarto “hogareño”; aunque, si bien son
pequeñitos, son igual de “valientes” (las carreras que les dan los gatos debe
ser “karma”, o algo así).
Hace tiempo
escribí sobre teorías conspirativas y “descubrimientos” arqueológicos que de un
modo u otro no cuadran con la Historia. Pero, ese no es el punto; el punto es
un simple razonamiento deductivo: sabemos por las cenizas que los “supervolcanes”
jugaron un papel en la extinción de gran parte de la vida de este planeta por
el curso del Tiempo; nadie discute eso, sin embargo, no he escuchado teorías “locas”
sobre que el calentamiento de la Tierra es su medio de defensa para “equilibrarse”.
En simples palabras: la pregunta sería ¿Cuál es el punto crítico del planeta?
Si, se han
gastado miles de millones y muchos recursos humanos (quemando neuronas) creando
proyecciones y escenarios sobre crecimiento exponencial (humano), crecimiento
económico y sostenibilidad ecológica. Sin embargo, conociéndonos (comportamiento
humano: autodestructivo, por naturaleza), la verdadera pregunta es: ¿Cuál será
la zona segura? Y tiene cierta lógica, de algún modo u otro, la vida ha
subsistido a todos los cambios climáticos. ¿Será la zona más verde, la más árida,
la más fría?
Lo cierto es,
que como parte de la vida, nos adaptamos a las circunstancias. Tenemos el ímpetu
humano de nuestro lado: desafiamos las probabilidades a favor de nuestras
habilidades… y, sí: apreciamos esta vida como el don que es. Así que, más allá
de cualquier situación “caótica”, “imprevisible” y “aleatoria”, disfrute cada momento
como lo que es: algo único e irrepetible. Por cierto, no tiene
que convertirse en “supervivencialista”; conviértase, en un ser vivo. Disfrute
las cosas, sin importar las demás circunstancias.
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