A veces, la
grandeza no está en la dimensión de lo que vemos; sino, en el ojo de quien
observa. Por ello, elegí esta imagen de la Vía Láctea perteneciente a la
galería de @shot_flair, y tomada por Ed Reader (@edraderphotography). Me recordó a un
módulo lunar, y cómo debía verse el Universo.
Una vez, en medio de un apagón nocturno, estaba viendo las
estrellas en el patio; y, mi sobrinito que nos visitaba, me preguntó qué tan
grande era el Universo. ¿Cómo explicarle a un niño algo que escapa en magnitud
a nuestro entendimiento aún de adultos? Recuerdo que me agache, y puse un dedo
en el suelo para tomar un granito de arena; y, le dije: “¿Vez el camino desde
tu casa hasta la casa de tu tía?” (algunos pocos kilómetros) “Si fueras este
granito de arena, nuestro planeta sería como del tamaño de todo lo que puedas
ver desde aquí hasta allá; una estrella como el Sol, sería como de tu casa a la
playa (siendo un granito de arena). Y, el Universo: sería como el mar, el
hotel, la playa y todo el camino hasta tu casa”.
Sí, la explicación es inexacta (a nivel matemático) y poco
científica (a nivel comparativo); sin embargo, lo importante de todo: le di una
respuesta. Así sucede en la vida, el destino (o las circunstancias de la vida) nos
muestra una señal (causalidad); y eso, nos “inquieta” la mente hasta poder
darle una solución o respuesta (efecto). Por cierto, ¿Cuándo fue la última vez que miró
las estrellas? Es tonto y egoísta preguntar si hay más vida en el Universo,
cuando llegamos (la vida) en un meteoro a este lugar al cual llamamos nuestro.
Sí, es una teoría; pero, esta energía vital: se “comparte”, y no se crea de la
nada. Lo que, descarta todas las demás hipótesis… aunque eso: no viene al caso.
En la vida nos
cuestionamos, investigamos, y respondemos (o tratamos de responder) cada situación de nuestra existencia;
y, un ciclo a la vez, seguimos adelante una y otra vez. Sin embargo, a veces, olvidamos que lo verdaderamente importante está aquí en la Tierra (en lo cotidiano), y no en una galaxia
a decenas de años luz. Solo tenemos una vida, y un tiempo finito: ¿Qué hacemos
con “nuestro” tiempo? Cuando alguien me pregunta por qué hago un “chiste” de
todo, y siempre trato de “reparar” las “cosas” (sin pedírmelo), es algo difícil de explicar: la vida es un don, dentro del cual hay que saber aprovechas los
pequeños momentos, escapar de la rutina y del propio mundo, para ver ese “algo”,
que nos haga sonreír.
¿Por qué? Porque
si lo piensa, cada momento es: único, irremplazable y eterno (recuerdo);
entonces, ¿Desperdiciaría esa oportunidad, por temor a algo negativo? Yo, no.
Prefiero el reproche, el insulto y todas las consecuencias; pero, la duda:
siempre queda fuera de la ecuación… por eso, sonrío, sin importar la
“situación” que me mande el Universo. Lo interesante de la vida no está en la
grandeza de lo apreciado, ni en las dificultades superadas o metas alcanzadas;
sino, en los pequeños momentos de alegría que vivimos día por día. Y eso,
representa la imagen de hoy: somos pequeñitos, inquietos y sonrientes frente al
inmenso Universo… como Minions, solo que más curiosos e inquietos.
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